Letsgoloolala with Lily Anne
. La chica de la pancarta
La experiencia de vivir con Salvador en una calle tranquila fue un buen incentivo en sí mismo para salir y participar en actividades que se prestan a conversaciones significativas.
Me inscribí enseguida en The English Speakers en Valencia y, como imaginé, tenía una gran oportunidad para hacer algún intercambio, especialmente en el bus hacia y desde el lugar elegido para el encuentro. Mi primer evento fue en la Isla de Tabarca frente a Alicante. Me senté al lado de Ignacio, venía de la Patacona, quien dominaba el inglés, pero también estaba dispuesto y me animaba a hablar español
Apenas habíamos llegado a la isla cuando tuvimos que alzar la mano para escoger regresar temprano a las 15:45 o darnos la oportunidad de regresar a las 18:45. Siempre optimista, a pesar de que los bocatas que había preparado estaban ahora empapados, voté por quedarme hasta más tarde. Algunos de nosotros nos refugiamos en un restaurante porque era bastante deprimente, pero al igual que la canción ‘isla en el sol’, los cielos se abrieron no a la lluvia torrencial sino a los cielos azules y al sol que requería una rápida aplicación de crema solar en este entorno ahora idílico. Como suele suceder en estos eventos, los grupos se forman y se dispersan y se vuelve a formar, a veces coincidiendo con parte del grupo anterior. En cualquier caso, caminar por los senderos siempre parece propicio para mezcla de personas y conversaciones de lo más variadas. Para cuando volvimos a reunirnos en el barco, cuatro de nosotros habíamos formado ya un grupo y habíamos arreglado un plan para reunirnos nuevamente.

Lo más memorables para mí del encuentro con los English speakers de Valencia, fue la visita a Guadalest y la vuelta por Alicante. Nini, el organizador, había regresado de sus vacaciones en la India. Debo reconocer que fue bastante cómico, cuando comenzó a repartir unos bollos, que supuestamente había horneado esa mañana y fingía repartir a todo el grupo en el bus. Las grandes conexiones que se hicieron ese día comenzaron de manera muy sencilla para mí. En el camino me senté junto a una joven llamada Nasya que era de la Columbia Británica y se estaba quedando a pasar el verano con una familia local. Me di cuenta de que ella había vivido cerca de un área en Canadá sobre la que había leído en un capítulo de un libro titulado Women who fight back Mujeres que luchan (la autora Tracey Dooley, una periodista de 32 años que vive en el Reino Unido, hija de madre inglesa y padre irlandés.) Nasya parecía tener una disposición tan optimista y feliz que dudé en plantear un tema tan oscuro como la desaparición de mujeres jóvenes mientras hacían autostop. No sabía que ella iniciaría otro tema profundamente perturbador. Ella habló con mucha naturalidad sobre su padre y sus pensamientos sobre Cristóbal Colón, quien siendo un niño de origen indio americano, su abuela le advirtió que no hablara su idioma nativo como una forma de protegerse contra la brutalidad, institucional y de todo tipo. Tocamos muchos temas y por una interesante coincidencia, me di cuenta de que la joven Nasya era esa chica con la pancarta que había observado apenas una semana antes en la Plaza de la Virgen.



Como suele suceder, después de la gira en bus, se formaron diferentes grupos y esta vez estaba con los lugareños Davinia, Yolanda, Josef, Miguel y Erica, de Japón. A veces me gusta rascar un poquito la superficie y ver qué sucede. Seis de nosotros estábamos sentados alrededor de una mesa en un pub abarrotado de pequeñas decoraciones de poco valor, con un tema de música country sonando de fondo. Comencé a animar un poco las cosas, con la esperanza de que los jóvenes solteros se soltaran la melena, sonrieran, disfrutaran y pudieran tomar conciencia del hermoso valor humano y del paisaje, en esa zona montañosa de la Marina Baixa en la provincia de Alicante. Pareció funcionar.

A estas alturas Davinia me había apodo un apodo: ¡Iaia /abuelita, nada menos! Dijo algunas palabras en español por las que se sonrojó un poco y sonrió mucho cuando le pregunté qué había dicho. Era obvio que era algo sobre mí. Cuando la convencí de que me lo dijera, ella me preguntó directamente: “¿Es difícil coquetear a medida que te vuelves mayor?” Le aseguré al 100% que, en mi experiencia, me surge de forma natural.