Letgoloolala con Lily Anne

Pitos y silbatos

Gabrielle hizo su petición a principios de marzo. Dos semanas después, Ray D’arcy, presentador del programa de radio Ray D’arcy, nos habló en tándem, compartiendo opiniones en grupo. Si esto hubiera sido ensayado, uno podría haber asumido que suavicé  mis líneas cuando comenté que la familia Tallent Taberner tenía una clara ventaja en el plan de intercambio de coches. Tenían un Renault Scenic 2018 con pitos y silbatos (bells and whistles = todos los artilugios modernos) mi humilde oferta era mi Toyota Yaris de 2004. También hubo una pequeña confusión sobre dónde se encontraba cierta máquina de coser Singer, pero afortunadamente, a pesar de  los pequeños detalles,  no se trataba de un acuerdo inamovible grabado en piedra, sino que se trataba esencialmente de la confianza, la flexibilidad y la aventura. Una cosa que me llamó la atención al escuchar la entrevista más tarde fue que Gabrielle y yo fuimos intensamente  optimistas, mientras que Conor Pope y Ray se mostraron firmes en no dejar que nadie se apoderara de sus madrigueras. ¡De ninguna manera José, Conor o Ray!

Aunque hice una prueba en O´Briens Renault Automotores en Kilkenny y pensaba “tal vez” en la propuesta de intercambio de coches, dudé significativamente cuando esto que se dice pueblo. El pueblo más cercano al lugar de origen de Gabrielle ya tenía una población de 745 habitantes en el último censo. Pero aun así tiene dos cruces de caminos principales, un supermercado y unos cuantos bares, una conocida casa de cerámicas, una iglesia y una escuela de primaria. Aldaia tiene una estación de tren, una estación de autobuses, una población de 31.492 habitantes y lo más significativo, una localidad gemela llamada Alaquàs. En conjunto, la población se comparaba de manera casi idéntica a la de la ciudad de Waterford. El río que las separa está normalmente seco, pero todo eso cambió en septiembre por una inundación que causó el cierre de una carretera y paradas de tren. Era mayo. Había coches por doquier. De hecho, para ser justos con los residentes, había señales que indicaban qué lado de la calle estaba disponible para aparcar de forma rotatoria y alternativa durante el año.

Como no soy del tipo de personas que se rinde sin intentarlo, me las arreglé para sacar el coche cierto domingo. A estas alturas ya tenía un nuevo amigo que hice en el tranvía mientras preguntaba como llegar a un sitio. Su nombre rimaba con Ryanair, así que se quedó. Esa misma mañana habíamos hecho una ruta en bicicleta con otros (no recomendable en un día laboral) y estábamos en el tren a Aldaia. Yo, que debería haberme ubicado mejor, perdí mi estación para diversión de otros pasajeros, incluso el inspector. Mientras tanto, Paqui, la madre de Vicente esperaba nuestra llegada. Ella, una mujer  muy pulcra y correcta, ocupó el asiento delantero del acompañante, mientras que Ryanair, de piernas largas, ocupó el asiento trasero. La diversión comenzó. Sin una palanca de cambios a la que aferrarme me sentía muy insegura. Dos pares de ojos y un factor de estrés palpable fueron suficientes para hacerme perder la confianza. Si hubiera sido una prueba de conducción real, me habría caído a la primera. Como Aldaia estaba tranquila ese domingo, me las arreglé para seguir adelante a pesar de varios comentarios y suspiros de advertencia, y los reprimidos insultos emitidos por uno y otro para denotar mi ineptitud. Sabía que nunca habría pasado la prueba y estaba feliz de dejar que Paqui finalmente estacionara, pero sólo después de haber liberado a Ryanair de su cautiverio con todas pitos y silbatos todavía en pleno funcionamiento.

Autora Lily Anne Traducción de Sandra Gadaleta